sábado, 8 de agosto de 2015

Madrid Es Castilla

Hay zonas de España que sí saben perfectamente cual es su identidad. Es el caso de Cataluña, pero ¿qué hacemos con Castilla? Durante los dos últimos siglos, Castilla se ha creído que era España y ahora anda dividida en dos regiones, en Castilla y León y Castilla-La Mancha, lo cual no me parece bueno. Hace ya algún tiempo, la Junta de Castilla y León me pidió que escribiese un artículo sobre la importancia del erasmismo en Castilla y claro, les dije que si no podía hablar de Alcalá de Henares, eso no tenía ningún sentido. 
Joseph Perez. Historiador francés, Premio Príncipe de Asturias 2.014. El País 6/3/1.999



Situación de Madrid y de las autonomías limítrofes. Adivina, adivinanza: si lo que hay al norte de Madrid es Castilla, lo que hay al sur es Castilla, y lo que queda al este y al oeste también es Castilla... ¿Qué es Madrid?

Es bien conocido que a partir de que en 1.083  Madrid fuera reconquistada por el rey Alfonso VI, ni la Villa ni su provincia  han tenido otra identidad regional que no sea la castellana. Sin embargo, y de forma sorprendente, durante la Transición se creó con ella y por decreto una nueva comunidad, sin ninguna raigambre histórica. Tal circunstancia, sobre la que los madrileños jamás fueron consultados, perdura a día de hoy. 

Desde entonces no han cejado  los intentos por parte de la administración  de ir difuminando el carácter castellano de Madrid y crear en su lugar un sentimiento madrileñista. Al menos en el segundo de los objetivos citados, han tenido bastante poco éxito. De hecho, la población madrileña sigue siendo la más desarraigada de la Península, y la autonomía es vista básicamente por los ciudadanos  como un mero ente burocrático.

Pese a todo, a poco que uno escarbe en los símbolos con los que se dotó a la naciente y artificial Comunidad Autónoma de Madrid, enseguida se percata de su naturaleza castellana. Dejamos a un lado el surrealista himno oficial que afortunadamente casi nunca se toca, sin duda para evitar a los madrileños el bochorno de una letra tan absurda. Pero el caso es que tanto la bandera como el escudo dejan bien sentada la profunda vinculación histórica, cultural, geográfica, y hasta sentimental de Madrid con Castilla.  

Así, en la exposición de motivos de la Ley 2/1.983 de 23 de diciembre sobre la Bandera Escudo e Himno se pueden leer párrafos tremendamente clarificadores. En primer lugar sobre el color rojo de la enseña madrileña:
La bandera de la Comunidad es roja carmesí. Madrid indica con ello que es un pueblo castellano y que castellana ha sido su historia, aunque evidentemente el desarrollo económico y de población haya sido diverso. La Comunidad de Madrid, formada en muchos casos por pueblos y municipios que pertenecieron a Comunidades Castellanas limítrofes, expresa así uno de sus rasgos esenciales.
Y en lo referente a los dos castillos y siete estrellas  que constituyen el escudo:
Los castillos de oro sobre gules del escudo escogen, recogen también, el más característico símbolo castellano. Las dos comunidades limítrofes los lucen como emblemas. El hecho de estar pareados simboliza la pretensión de la Comunidad de Madrid de ser lazo entre las dos Castillas, fundiendo el símbolo fundamental de una y otra, al tiempo que viene a proyectar su propia complexión extensiva hasta los límites precisos de las cinco provincias que la abrazan: Toledo, Guadalajara y Cuenca, pertenecientes a Castilla-La Mancha; Segovia y Ávila, integrantes de Castilla-León.

 
Veamos el escudo de la Comunidad de Madrid: las cinco puntas de las estrellas y las cinco provincias castellanas que la  "abrazan" ... el color rojo que representa a Castilla...los castillos...¿Hacen falta más pistas?

Incluso el propio Estatuto de Autonomía en su artículo 31.5 manifiesta algo tan revelador como lo siguiente:
La Comunidad Autónoma de Madrid, por su tradicional vinculación, mantendrá relaciones de especial colaboración con las Comunidades castellanas, para lo cual podrá promover la aprobación de los correspondientes acuerdos y convenios.
Visto todo la anterior, uno no puede dejar de emocionarse ante el despliegue de castellanía de los símbolos autonómicos madrileños, y de paso preguntarse el motivo por el que se renuncia a la integración en un marco castellano que por otro lado se reivindica. 

Si lo que se pretendía es que la capital del Estado estuviera en una región de nuevo cuño, creada artificialmente solo para ello y por lo tanto más "neutra", que contribuyese a limar las antipatías y recelos con los que Castilla cargaba en ciertos territorios... el fiasco no puede haber resultado mayor. Hoy, sin que tampoco Castilla haya pasado a ser mejor vista, la interesada y continua demonización a la que los medios nacionalistas someten a Madrid  ha calado en buena parte de la población, y la hostilidad que despierta la Villa del Manzanares es mayor que nunca. Justo es señalar que son precisamente los territorios castellanos aquellos en los que el antimadrileñismo ha penetrado en menor medida y que tal hecho debería ser conocido y valorado como corresponde por los madrileños (1).

Afortunadamente, la sociedad y la economía  no entienden de tales componendas políticas y ya están íntimamente relacionadas. Son muchos los madrileños, castellanoleoneses y castellanomanchegos que cruzan a diario  la "frontera" autonómica para trabajar, estudiar o comprar. Tal circunstancia se refleja fielmente en la red de ferrocarriles de cercanías de Madrid, que se interna en las provincias de Guadalajara y Segovia, y que según está previsto, pronto lo hará también en la de Toledo.  

Lo cierto es que una integración más profunda solo podría resultar beneficiosa para todas las partes, y no únicamente por el importante ahorro de gasto público que la fusión de las administraciones autonómicas conllevaría.  Madrid es actualmente el sostén demográfico y el motor económico e industrial de todo el centro peninsular. Posee además la suficiente proyección internacional como para servir de puente entre las dos mesetas y el mercado global. Castilla-La Mancha y Castilla y León por su parte pueden convertirse en nuevas áreas de desarrollo capaces de descongestionar Madrid y multiplicar su potencial. Y es que unas realidades tan complementarias siempre tienen que generar sinergias favorables para unos y otros.

En un plano menos materialista, también resulta urgente la reconciliación  de los madrileños con su propia identidad castellana. Que se ponga fin así al triste sentimiento de desarraigo que se ha ido cimentando. Y que sientan el legítimo orgullo de formar parte del pueblo castellano, con su indiscutible trascendencia cultural y su extraordinaria relevancia histórica. Todo ello tendría una repercusión psicológica difícilmente cuantificable, pero sin duda positiva, y a la larga, enormemente útil.  


(1)  En Identidades, Actitudes y Estereotipos en la España de las Autonomías, estudio de José Luis García Sangrador publicado por el C.I.S., la nota con la que calificaron a los madrileños los entrevistados de Castilla y León y Castilla la Mancha (significativamente el autor unió para este particular ambos grupos como  "Castilla") fue de 7.04, siendo esta la mejor valoración que cosechó Madrid entre todas las regiones. De manera recíproca,  Castilla y León y Castilla-La Mancha recibían sus notas más altas precisamente de los encuestados madrileños. 


1 comentario:

  1. Que Madrid es Castilla es algo tan cierto como que lo saben todos los periféricos menos los propios madrileños (en su mayoría): tal es el desaguisado cocinado en la Transición. Ahora bien, en el castellanismo se comete una y otra vez el mismo error. A saber, decimos apoyar la reunificación de Castilla... y aceptamos su troceamiento excluyendo a todo el sur del reino castellano: Castilla la Novísima (o Andalucía), Nueva Castilla del Atlántico (islas Canarias), etc. Con tan escasa coherencia, no podemos avanzar. He ahí una de las causas del poco arraigo, a mi juicio, del castellanismo. Saludos.

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