sábado, 29 de noviembre de 2014

Primer Aniversario y 10.000 Páginas Vistas



Esta semana, en la que además se cumple el primer aniversario de la puesta en marcha de esta humilde bitácora, hemos alcanzado las 10.000 páginas vistas. Algunos pensarán que no es una cifra precisamente espectacular. Pero convendría  tener en cuenta que aquí no hablamos de fútbol, ni de cotilleos, ni facilitamos porno, ni vídeos de gatitos. El tema que nos ocupa, la Historia, tiene un lugar claramente minoritario entre  las aficiones de nuestra sociedad. Y la observamos además desde una perspectiva aun más minoritaria: la castellanista. Por eso, dentro de la modestia, permítasenos sentirnos orgullosos de haber alcanzado el primer año de vida y recibido esas visitas.

Por lo demás, la situación que nos empujó a iniciar esta andadura sigue siendo la misma. Una España donde las tendencias centrífugas se acentúan, mientras la atención general sigue volcándose sobre los territorios secesionistas, y sin que  nadie parezca preocuparse por la dignidad, el porvenir, y los intereses de nuestra querida y maltratada Castilla. Tampoco por el conocimiento y vindicación de su pasado, base imprescindible para su ¡ojalá! futuro resurgir. Nosotros, pese a todo, continuaremos aportando nuestro granito de arena en la defensa de nuestra tierra y de su Historia. 

Gracias a todos los que habéis leído nuestras entradas. Esperamos seguir contando con vosotros. 



sábado, 1 de noviembre de 2014

Castellanofobia: Valentí Almirall


España se ha ido empequeñeciendo desde que las circunstancias hicieron que la raza menos pensadora y menos ilustrada de la Península fuera la que dominase.
Valentí Almirall. Lo Catalanisme


Valentí Almirall i Llozer (1.841-1.904) fue un político, periodista y escritor barcelonés. Nació en el seno de una pudiente familia dedicada al comercio. Y como además fue agraciado con varias herencias, pudo dedicarse a la política sin ningún tipo de preocupaciones económicas.

Su figura ha sido muy exaltada por el nacionalismo catalán actual, en lo que seguramente no es ajeno el hecho de que Almirall fuera ideológicamente progresista y laico, en contraposición al catalanismo mayoritario en su época, esencialmente conservador y con fuertes raíces en el carlismo y el integrismo católico. El perfil  de Almirall es ciertamente mucho más asumible por los nacionalistas actuales que el de sus contemporáneos los clérigos Mateu Bruguera y Jaume Collell o el obispo Torras i Bages.

Valentí Almirall. Pasó del federalismo al catalanismo...y enseguida asomó el anticastellanismo.

Fue en todo caso un hombre contradictorio, tal y como podría esperarse de alguien que compaginaba un enorme fervor republicano con el título nobiliario de barón de Papiol. Empezó su carrera política en el campo de los republicanos federalistas, que dirigía Pi i Margall. Tras el fracaso de la I República,  las desavenencias con el sector encabezado por su paisano le llevarían a abandonarlo junto con sus seguidores. Se tiende a considerar  que este acto constituyó el  nacimiento del catalanismo político.

Mucho se ha escrito sobre las razones que impulsaron a Almirall a dar este paso. No faltan historiadores nacionalistas que quieren achacarlo exclusivamente a diferencias personales y de carácter entre ambos. Sin embargo, es evidente que los aspectos ideológicos desempeñaron un papel fundamental en la ruptura. 

Y más concretamente,  el concepto de la "raza".  Pi i Margall, desde su federalismo progresista, no extrae de las posibles diferencias raciales entre los pueblos ninguna consecuencia política. Valentí Almirall en cambio, sí. Se entiende pues el interés por parte del moderno nacionalismo catalán en pasar de puntillas sobre esta incómoda cuestión.  

El escritor castellanófobo Pompeu Gener explicaría con claridad el viraje ideológico de su amigo Almirall:
(...)  y vimos cómo se determinaban las naciones y las diferencias que de raza a raza había. Y viajando por Suiza y por Alemania comprendimos aquellas confederaciones como aglomerados de hombres que sólo los separan pequeñas diferencias de raza, pero todos, al fin y al cabo, arios. Almirall vino a Suiza por nuestro consejo, y de allí salió ya completamente catalanista y desfederalizado. 
Lamentablemente, sabemos ya por experiencia que al catalanismo exaltado suele acompañarle como negra sombra el anticastellanismo. Y en este sentido  Almirall no fue una excepción. En 1.886 publicó "Lo Catalanisme", considerado un clásico de este movimiento, la obra que sentó sus bases. En él expuso que los españoles se dividen en dos grandes grupos. El primero,  "el castellano o central-meridional"
bajo la influencia de la sangre semítica que debe a la invasión árabe se distingue por su espíritu soñador, por su disposición a generalizarlo todo, por su amor al fausto, a la magnificencia y a la amplitud de las formas.
Por contra, el otro grupo, el "pirenaico" al que pertenecerían los catalanes:
Se muestra mucho más positivo. Su genio es analítico y rudo como el país que habita, va al fondo de las cosas sin pararse en la forma.
Y por si alguien aun no tiene claro cual de las dos es la raza mala, Almirall despeja todas las dudas con los siguientes "piropos":
Hoy en día la gente castellana, tomada en su conjunto formando un pueblo o individualmente está completamente decaída y degenerada, pero no ha perdido ninguna de sus condiciones características.
Sus ideales son tan raquíticos como su imaginación atrofiada. Sus abstracciones no pasan de paradojas, los medios son bastos y de baja ley. Inepta para toda empresa positiva, vegeta en la miseria moral y material y aquella raza, una de las más simpáticas de las que pueblan Europa a pesar del desequilibrio de sus facultades, ha descendido hasta ocupar uno de los últimos lugares en el mundo civilizado.
Popularizó también D. Valentí uno de los clichés mas manidos de la castellanofobia, que se repetirá posteriormente hasta la saciedad. Nos referimos a la identificación de Castilla con Don Quijote. "¿Puede darse un tipo más genuinamente castellano?" llegará a proclamar, quizás porque todavía no existía el Institut Nova Historia para "descubrirnos" que Cervantes era  catalán. Un Don Quijote, por supuesto,  pintado desde el desprecio  y con los trazos más patéticos:
Débil de cuerpo pero todavía más de inteligencia y no obstante se siente con aliento suficiente para salir a combatir contra los mundos visibles e invisibles.
En 1.883 fue el encargado de redactar lo que posteriormente sería conocido como "Memorial de Agravios". Considerado otro hito del nacionalismo catalán, que lo presenta como su primer acto político, en realidad se produjo como respuesta a las conversaciones que mantenían España y Gran Bretaña al objeto de reducir los aranceles y avanzar en el librecambismo. 

Los industriales catalanes vieron el peligro evidente de perder el mercado cautivo español del que disfrutaban con la entrada de productos ingleses más económicos y de mejor calidad. Así que optaron por presionar y entregar en mano a Alfonso XII una extensa "Memoria en Defensa de los Intereses Morales y Materiales de Cataluña" (este era el nombre real del documento). En él, junto con demandas de más autonomía  y  muestras de amor a la unidad española, se incluían sobre todo peticiones de proteccionismo económico para sus negocios. Peticiones que fueron y han sido puntualmente atendidas por el Estado español, como quien dice, hasta prácticamente nuestros días.  

Fábrica catalana (1.929). Durante los siglos XIX y XX los industriales catalanes consiguieron que el Estado impusiera  fuertes aranceles a las importaciones, que  perjudicaron al resto de regiones y a los consumidores.

Este batallar a favor del arancel no deja de sorprender en un hombre de mentalidad moderna como Almirall, firme partidario del libre comercio... ¡excepto cuando  este  perjudicaba a Cataluña!. Más tarde trató de justificar su postura, y a pesar del sacrificio que en beneficio de los industriales catalanes estaban soportando los castellanos junto con los otros pueblos de España, no tuvo ningún escrúpulo en aliñar su argumentación con el anticastellanismo de rigor:
[en referencia a Gran Bretaña] Por la sólida política de sus gobernantes, por el patriotismo de todas las clases sociales, por el estado de avance y progreso que ha alcanzado en todas las ramas de la actividad, no ha de temer, sino que ha de desear la competencia [...]
Pero señores, ¡Qué diferencia de ellos a nosotros! A nosotros la naturaleza nos ha clavado en una península cuya raza dominante está prematuramente envejecida por una confluencia de causas históricas.  
Así que, por supuesto, Cataluña no es culpable de aprovecharse de la debilidad del Estado para conseguir leyes proteccionistas hechas a la medida de su burguesía industrial, que retrasan y arruinan el desarrollo de los demás. ¡Muy al contrario! Cataluña (¿como siempre?) es la víctima de la raza castellana, que ha envejecido prematuramente y ¿por qué no? también de la malvada naturaleza, que la ha "clavado" en la Península Ibérica junto a ella. Ejercicio ruin de malabarismo victimista que nos espantaría de no estar ya sobradamente acostumbrados.

En cualquier caso, Almirall fue poco a poco quedándose aislado y perdiendo apoyos en el seno del movimiento catalanista. Un movimiento que como ya dijimos, tenía por entonces un cariz reaccionario y católico con el que nuestro hombre no cesaba de chocar. Alguien definió certeramente la situación afirmando que el drama de Almirall consistía en ser "demasiado catalanista para los republicanos y demasiado republicano para los catalanistas"

Como tantos otros nacionalistas catalanes, su ideario fue evolucionando y atemperándose con el tiempo. En el prólogo que redactó en 1.902 para la traducción castellana de "Lo Catalanisme"  se observa su posición ideológica en los últimos años. Renegaba de
esta generación de catalanistas que a fuerza de exageraciones patrioteras ha llegado a descubrir que ha de declarar bárbaros a los no catalanes, y aun a los que no piensan, hablan y rezan como ellos, aunque hayan nacido en Cataluña.
En hora buena que los separatistas por odio y malquerencia sigan los procedimientos que crean que mejor les llevan a su objetivo, pero no finjan, ni pretendan engañarnos. El odio y el fanatismo sólo pueden dar frutos de destrucción y tiranía. 
Llegó al punto de manifestar públicamente su decepción con el catalanismo definiéndolo como 
un arma de reacción contra toda idea moderna, tanto en el terreno político como en el social y religioso, absorbiendo casi todo el carlismo de Cataluña (...) No podemos permitir que él nos confunda. Antes que catalanes somos hombres.
Como cabía esperar, sobre esta  última etapa de su pensamiento se ha corrido un tupido velo y apenas es tenida en cuenta por los nacionalistas catalanes contemporáneos.