viernes, 26 de diciembre de 2014

¿Qué Tendrá la Igualdad?

Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.
Lema de Granja Animal después de instaurarse la dictadura del gorrino "Napoleón".
George Orwell. Rebelión en la Granja 

Libertad, Igualdad, Fraternidad, coreaban los revolucionarios franceses cuando a finales del siglo XVIII terminaron con los privilegios feudales de nobleza y clero, pusieron fin al absolutismo y eliminaron las exenciones medievales de las que disfrutaban ciertas provincias.

Libertad, Igualdad, Fraternidad, preciosas palabras que se convirtieron en lema de liberales, demócratas y republicanos de todos los lugares. ¿De todos? Bueno, puede que de todos no. Hay ciertos territorios en la península ibérica donde no terminaron de suscitar el mismo entusiasmo. En concreto, el segundo de los términos, como que chirriaba. 

No hablamos de sectores  ultramontanos y reaccionarios, carlistas, nostálgicos del antiguo régimen. Nos referimos incluso a sectores radicalmente progresistas. Libertad, por supuesto. Fraternidad, vale. Pero ¿Igualdad? Y ahí cortocircuitaba el pensamiento progre del buen nacionalista catalán o vasco. Y casi podríamos imaginárnoslo frunciendo el ceño mientras se rascaba la cabezota por debajo de la boina o de la barretina, al tiempo que se repetía confuso: "¿Igualdad? Hombre... en principio sí. Pero ¿igualdad entre nosotros y ellos? ¿Como van a ser Euskadi o Catalunya lo mismo que Castilla o Andalucía? ¡Inaceptable! ¡Nosotros somos muy especiales! ¡Merecemos un trato diferenciado!"

Sello postal de la República Francesa, emitido con motivo del bicentenario de la Declaración de los Derechos del Hombre. Representa una alegoría de la Igualdad. Parece que al norte de los Pirineos esta palabra no chirría.

Pero ocurre que, cuando exigen un trato diferente, no están pensando precisamente en uno peor... El escritor castellanófobo Pompeu Gener (1.848 - 1.920) lo expresó, como tantas otras cosas, con despiadada claridad: 
Así, somos catalanistas y no regionalistas, porque el regionalismo supone iguales derechos y por tanto iguales energías y organización en todas las regiones y eso es falso. Trabajamos, pues, para proporcionar un carácter propio y superior a nuestra tierra; (...) Y soñamos en un imperio intelectual y moral mediterráneo, por nuestra influencia sobre las demás naciones latinas, sin que ni las durezas e ignorancias castellanas nos desvíen (...)
Trabajaban pues para "proporcionar un carácter propio y superior a su tierra". Por lo menos es sincero. Tampoco puede calificársele de caso aislado. Su contemporáneo, el médico y compañero catalanista Hermenegild Puig i Sais abundaba en la misma línea allá por el 1.915:
En el concepto político Cataluña hoy está en una inferioridad numérica para luchar con el resto de España, y en el estado actual de la política española todo es cuestión de votos, cuestión de número; todos los hombres valen igual. 
¡Que todos los hombres valieran igual! ¡Menudo despropósito debía parecerle al buen doctor "el estado actual de la política española"!

Por supuesto, a nuestro nacionalista periférico contemporáneo no se le escapa que al abjurar de la igualdad se está internando en el terreno de lo políticamente incorrecto. Y por ello normalmente renuncia a abordar el asunto con el desparpajo de sus predecesores. 

Opta a menudo por expresarlo sin decirlo. Utilizando circunloquios y eufemismos; (¿de qué otra forma se puede calificar el lamentable planteamiento de "Federalismo Asimétrico"?). Aprovechándose de la ingenuidad, buena fe y falta de conciencia nacional de sus interlocutores castellanos, pretende hacer calar la idea de que no es necesariamente malo que su terruño pueda tener un tratamiento privilegiado. Aunque, eso sí, en cuanto alguien manifieste el lógico recelo o simples deseos de aclarar los términos, afirmará con total seriedad que él no se refería exactamente a un "tratamiento privilegiado" y que ¡se han malinterpretado sus palabras!.

Otras veces busca roer el mismo concepto de igualdad, al que de forma interesada confunde con uniformidad. Es raro que cualquier político catalán (ojo, no tiene por que ser  miembro de un partido nacionalista) no responda a la cuestión intentando confrontar dicho concepto con la existencia del idioma catalán y de otras peculiaridades culturales. Como si fueran cosas incompatibles.

Nadie en su sano juicio pretende que las competencias sobre el catalán sean comunes a Cataluña y Asturias, o que Aragón legisle sobre cabildos insulares como Canarias. Nadie con dos dedos de frente plantea tales disparates, por lo que resulta extraño el énfasis que parecen poner algunos en prevenirlos. 

No se trata tampoco de que todas las comunidades tengan que utilizar sus competencias de la misma forma y seguir idénticas políticas. Pero sí de que todos compitan con las mismas armas y de evitar que unos tengan que caminar a la pata coja y con una mano atada a la espalda mientras sus vecinos viajan en moto. 

En ese sentido, ¿por qué Cataluña debe tener una relación especial y privilegiada con el gobierno, fuera del alcance de las demás comunidades? ¿Y un techo competencial mucho más alto? ¿Es razonable que el Estado pierda toda influencia en Cataluña mientras Cataluña no solo mantenga, sino que incluso aumente la suya en el Estado? ¿Es de recibo gozar de una financiación exclusiva y diseñada a la carta para una determinada Comunidad? ¿Es aceptable que mientras Castilla o Andalucía deban delegar la defensa de sus intereses en el exterior al gobierno central, Cataluña pueda recurrir al mismo cuando le convenga o puentearlo cuando no? ¿Acaso no quedarían entonces los intereses de andaluces, aragoneses o castellanos claramente comprometidos frente a los de los catalanes? 

Castilla sabe por experiencia propia hacia donde lleva una política continuada de agravio y discriminación, y no es extraño que no quiera volver allí. 

De eso, y no de la existencia de lenguas y culturas particulares va el concepto de Igualdad, por mucho que algunos prefieran salirse por los cerros de Úbeda. Hablamos  de discriminaciones que los revolucionarios de los siglos XVIII y XIX combatieron y que fueron desterradas de las constituciones de (casi) todos los países occidentales, incluidas por supuesto las federales, y asumidas por (casi) todos los demócratas del mundo.

Otro sello postal, en este caso norteamericano con el lema "Igualdad para siempre". Empezamos a sospechar que la aprensión, repugnancia y tirria hacia esa palabra es exclusiva de los nacionalistas periféricos hispanos. 

Recientemente tuvimos ocasión de ojear "La Independencia de Cataluña Explicada a mis Amigos Españoles", del politólogo nacionalista Jaume López. Se trata de una de las muchas obras de reciente aparición destinadas a hacer propaganda de los postulados catalanistas ante la opinión pública del resto de España. Obviamente, por su propio objeto, suelen emplear un tono correcto y respetuoso, hasta simpático, pasando de puntillas sobre los temas más espinosos y empeñándose en mostrar la cara más amable de su ideología. Llenos de curiosidad consultamos los dos capítulos dedicados a la "Igualdad". 
La igualdad es un valor tan superior que, incluso ha servido para justificar las infraestructuras no rentables y sin ningún retorno económico. Los kilómetros malbaratados de AVE se han justificado como elemento de igualdad entre españoles (aunque eso sí, pasen todos por Madrid).
Pues para estar  dedicado a "sus amigos españoles" no parece un párrafo muy amigable. Incluye un palo en toda regla a Madrid (¡cuándo no!), y otro a diversas ciudades más pequeñas, algunas de ellas castellanas, con estación de ferrocarril de Alta Velocidad. Además omite significativamente  que  todas y cada una de las capitales de provincia de Cataluña están ya conectadas por AVE. Debe ser que en este caso la igualación ferroviaria no es pecado.

Siguen varias páginas dedicadas a fomentar el interesado y ya comentado confusionismo entre "uniformidad" e "igualdad". Y termina con otro glorioso párrafo:
Existe una historia en la mitología griega que habla de Procusto, un posadero sádico que ofrecía acomodo al viajero solitario. Cuando el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas de su lecho. Si la víctima sobresalía, cortaba las partes de su cuerpo que sobraban. Si era de menor estatura, lo descoyuntaba a martillazos y lo estiraba hasta adaptarlo a la medida de la cama. Todos idénticos. A golpe de hachazo.
Sadismo, amordazamientos, descoyuntamientos, martillazos, hachazos... más allá de la evidente y un tanto "gore" demagogia que gasta el autor, una conclusión resulta obvia: la Igualdad continúa provocándoles urticaria. Mucha. Está visto que para determinada gente, algunos pueblos siempre serán más iguales que otros.    


miércoles, 10 de diciembre de 2014

¿En Qué se Parecen el Castellano y el Turco?


El pensamiento supersticioso que anima al nuevo tradicionalismo ha ido a alojarse ahora en las lenguas, en las culturas e identidad filológicas, cuando ya casi no cabe en ningún sitio (seguramente, a la espera de ver dónde pueda alojarse mañana). Amparado en la aceptación que encuentra en estas parcelas, y en la ignorancia general que existe sobre ellas, actúa políticamente de acuerdo con estos principios de error y prejuicio con beneplácito casi general.
Juan Ramon Lodares. El Paraíso Políglota


¿Sigue sin ver ninguna semejanza entre uno y otro idioma?. Un poco de paciencia, lea hasta el final.

Es un hecho constatado que la exaltación de la lengua particular del territorio, si la tiene, constituye uno de los puntales para cualquier nacionalismo. El cariño a la misma y la voluntad de preservarla en el tiempo nos parecen  algo totalmente comprensible y  razonable. Emplearla con objeto de separar en lugar de  comunicar, que es la verdadera razón de ser de cualquier idioma, no tanto. Y menos aún  que sirva de excusa para zaherir y despreciar al vecino.

Veamos un inocente ejemplo de como ya desde principios del siglo XX el nacionalismo periférico mezclaba política y filología  y empleaba el cóctel resultante como proyectil contra el (y lo) castellano. Seguiremos al ilustre filólogo Juan Ramón Lodares (1.959 - 2.005) según lo reflejaba en su muy interesante obra "El Paraíso Políglota".
De 1.900 en adelante cambian mucho las personas y las circunstancias. Son momentos que expresa muy bien  mosén Antoni María Alcover -que fue vicario general de Mallorca y coautor de un magno diccionario catalán-valenciano-balear publicado hace setenta años- cuando relata sus paseos por Europa en el inigualable "Dietari de l'exida de Ms. Antoni Mª Alcover a Alemania y altres nacions lány del Senyor 1907". Les cuento una anécdota del viaje: mosén Antoni se ha  ido a Alemania vestido de paisano y con un diccionario de alemán para entenderse por la calle. En su visita a la ciudad de Halle conoce al Dr. Schaedel, profesor de filología románica, quien lo invita una tarde a su casa a tomar té con pastas. Pero el Dr. Schaedel ha invitado a alguien más: se trata de un profesor de francés, el Dr. Counson, que a pesar de ser belga y enseñar francés es un entusiasta del catalán. Habrá otro invitado todavía: el Dr. Peropulos, profesor de griego. Mosén Alcover llega puntual a la cita. La señora Schaedel lo sienta entre los dos profesores de lenguas vivas y un tercer invitado, secreto hasta entonces, muy circunspecto, vestido de negro, grave y callado, del que le dicen que es el doctor de la Universidad. De pronto, entre las pastas de té, el severo doctor descubre por sorpresa, y frente a mosén Antoni, unos pedazos de pan untados de sobrasada de Vich que le ofrece a la voz de: "¡Prenga aixó, si es servit! ¿Qui, no li agrada?". ¡Albricias! El médico de la universidad de Halle se apellida Villá y es de Granollers. 

Mossen Alcover.  Gran experto en filología catalana, defendió sus variedades dialectales, y terminó enfrentado con el sector  "oficialista" de Pompeu Fabra.
Al momento, en medio de Europa, sucede una tertulia políglota donde están representados el alemán de los anfitriones, junto al francés, el griego y el catalán de los invitados. Hablan de todo. Los invitados piden con insistencia a Alcover y a Villá que dialoguen familiarmente en catalán, a ver como les suena a los demás. Acceden a ello y a todos les resulta muy armoniosa, suave y culta esa lengua. Ahora les piden que hablen en español, a ver qué pasa. Hablan en español y a todos les parece una lengua muy áspera, dura, seca, demasiado metálica y eso que, advierte Alcover, Villá y él la han hablado con acento catalán, que dulcifica mucho la natural severidad que hubieran demostrado, por ejemplo, dos tipos de Valladolid.

Hay más: precisamente al profesor Peropulos, en boca de dos catalanes como Alcover y Villá, el español le recuerda al turco. Explico la indirecta que Alcover pone en boca del profesor de griego para quien no la capte: Grecia fue una provincia del Imperio turco desde mediados del siglo XV hasta 1.829, ese año, gracias a la intervención de Francia, Gran Bretaña y Rusia, se declaró estado independiente. Pues sí, señor: España era como ese Imperio otomano caduco, que durante cuatro siglos había sometido a Cataluña, quiero decir a Grecia, a ser mero apéndice provincial, y había acogotado al catalán, quiero decir al griego, la refinadísima lengua de los padres de la cultura universal, frente al bronco español, quiero decir, frente al bronco turco. Buena comparación. Sobre todo muy justa.
El presunto protagonista de la supuesta anécdota es Antoni María Alcover Sureda (1.862 - 1.932), sacerdote, escritor y lingüista balear. Fue impulsor del Primer Congreso Internacional de Literatura Catalana, y presidente de la sección filológica del Instituto de Estudios Catalanes. De esta época de cercanía al nacionalismo es el libro arriba referido. 

Posteriormente, a la hora de fijar unas normas para el catalán, él y sus seguidores se enfrentaron al grupo liderado por Pompeu Fabra. Mientras los primeros apostaban por una gramática más tradicional y con mayor influencia de las variedades dialectales, el grupo barcelonés de Fabra la fundamentaba en el catalán oriental y propugnaba unas reglas que lo separaran lo máximo posible del castellano. A pesar de ser al principio minoritaria, esta última facción era la más compacta, y sobre todo, la que contaba con el apoyo de la recién creada Mancomunidad Catalana, presidida por Prat de la Riba. Terminó imponiéndose. Derrotado en esa incruenta aunque ferocísima batalla, Alcover retornó a su Mallorca natal, alejándose del catalanismo político. Murió en 1.932 y hoy su memoria es reivindicada tanto por pan-catalanistas como por anti-catalanistas. Lo que, bien mirado, resulta todo un logro. 

Sobra decir, por si alguien lo dudaba, que el castellano y el turco no tienen nada en común. El primero  procede del latín, y es por tanto de origen indoeuropeo. El segundo es un idioma aglutinante,  como el japonés, surgido en Asia Central y que tiende a englobarse junto a otros idiomas asiáticos en  la macrofamilia altaica. 

Lo que resulta sorprendente es el afán que demostraron ciertos nacionalistas catalanes de principios del siglo XX en trazar similitudes entre Castilla y Turquía. Y es que, en 1.903, solo cuatro años antes que Mn. Alcover publicara su "Dietari de l'exida...", el escritor Pompeu Gener ya clamaba que la España dominada por la raza castellana a lo que mas se parecía
es al Imperio Otomano, el que predomina una raza Turco-altaica, guerrera y dura, paralizada por una religión absolutista, la cual domina por la fuerza á pueblos Arios como los Griegos, Eslavos, Armenios y otros sujetos a la Sublime Puerta, capaces de progreso y de verdadera civilización superior humana. 
He ahí, pues, el fondo que subyacía tras aquella inverosímil semejanza: los catalanes como los griegos, armenios, y otros sujetos son capaces de "verdadera civilización superior humana". Los ásperos turcos y castellanos, por lo visto, no. 

El amigo lector hará bien en no subestimar nunca la capacidad de trazar paralelismos injuriosos para Castilla que posee el nacionalismo periférico.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Primer Aniversario y 10.000 Páginas Vistas



Esta semana, en la que además se cumple el primer aniversario de la puesta en marcha de esta humilde bitácora, hemos alcanzado las 10.000 páginas vistas. Algunos pensarán que no es una cifra precisamente espectacular. Pero convendría  tener en cuenta que aquí no hablamos de fútbol, ni de cotilleos, ni facilitamos porno, ni vídeos de gatitos. El tema que nos ocupa, la Historia, tiene un lugar claramente minoritario entre  las aficiones de nuestra sociedad. Y la observamos además desde una perspectiva aun más minoritaria: la castellanista. Por eso, dentro de la modestia, permítasenos sentirnos orgullosos de haber alcanzado el primer año de vida y recibido esas visitas.

Por lo demás, la situación que nos empujó a iniciar esta andadura sigue siendo la misma. Una España donde las tendencias centrífugas se acentúan, mientras la atención general sigue volcándose sobre los territorios secesionistas, y sin que  nadie parezca preocuparse por la dignidad, el porvenir, y los intereses de nuestra querida y maltratada Castilla. Tampoco por el conocimiento y vindicación de su pasado, base imprescindible para su ¡ojalá! futuro resurgir. Nosotros, pese a todo, continuaremos aportando nuestro granito de arena en la defensa de nuestra tierra y de su Historia. 

Gracias a todos los que habéis leído nuestras entradas. Esperamos seguir contando con vosotros. 



sábado, 1 de noviembre de 2014

Castellanofobia: Valentí Almirall


España se ha ido empequeñeciendo desde que las circunstancias hicieron que la raza menos pensadora y menos ilustrada de la Península fuera la que dominase.
Valentí Almirall. Lo Catalanisme


Valentí Almirall i Llozer (1.841-1.904) fue un político, periodista y escritor barcelonés. Nació en el seno de una pudiente familia dedicada al comercio. Y como además fue agraciado con varias herencias, pudo dedicarse a la política sin ningún tipo de preocupaciones económicas.

Su figura ha sido muy exaltada por el nacionalismo catalán actual, en lo que seguramente no es ajeno el hecho de que Almirall fuera ideológicamente progresista y laico, en contraposición al catalanismo mayoritario en su época, esencialmente conservador y con fuertes raíces en el carlismo y el integrismo católico. El perfil  de Almirall es ciertamente mucho más asumible por los nacionalistas actuales que el de sus contemporáneos los clérigos Mateu Bruguera y Jaume Collell o el obispo Torras i Bages.

Valentí Almirall. Pasó del federalismo al catalanismo...y enseguida asomó el anticastellanismo.

Fue en todo caso un hombre contradictorio, tal y como podría esperarse de alguien que compaginaba un enorme fervor republicano con el título nobiliario de barón de Papiol. Empezó su carrera política en el campo de los republicanos federalistas, que dirigía Pi i Margall. Tras el fracaso de la I República,  las desavenencias con el sector encabezado por su paisano le llevarían a abandonarlo junto con sus seguidores. Se tiende a considerar  que este acto constituyó el  nacimiento del catalanismo político.

Mucho se ha escrito sobre las razones que impulsaron a Almirall a dar este paso. No faltan historiadores nacionalistas que quieren achacarlo exclusivamente a diferencias personales y de carácter entre ambos. Sin embargo, es evidente que los aspectos ideológicos desempeñaron un papel fundamental en la ruptura. 

Y más concretamente,  el concepto de la "raza".  Pi i Margall, desde su federalismo progresista, no extrae de las posibles diferencias raciales entre los pueblos ninguna consecuencia política. Valentí Almirall en cambio, sí. Se entiende pues el interés por parte del moderno nacionalismo catalán en pasar de puntillas sobre esta incómoda cuestión.  

El escritor castellanófobo Pompeu Gener explicaría con claridad el viraje ideológico de su amigo Almirall:
(...)  y vimos cómo se determinaban las naciones y las diferencias que de raza a raza había. Y viajando por Suiza y por Alemania comprendimos aquellas confederaciones como aglomerados de hombres que sólo los separan pequeñas diferencias de raza, pero todos, al fin y al cabo, arios. Almirall vino a Suiza por nuestro consejo, y de allí salió ya completamente catalanista y desfederalizado. 
Lamentablemente, sabemos ya por experiencia que al catalanismo exaltado suele acompañarle como negra sombra el anticastellanismo. Y en este sentido  Almirall no fue una excepción. En 1.886 publicó "Lo Catalanisme", considerado un clásico de este movimiento, la obra que sentó sus bases. En él expuso que los españoles se dividen en dos grandes grupos. El primero,  "el castellano o central-meridional"
bajo la influencia de la sangre semítica que debe a la invasión árabe se distingue por su espíritu soñador, por su disposición a generalizarlo todo, por su amor al fausto, a la magnificencia y a la amplitud de las formas.
Por contra, el otro grupo, el "pirenaico" al que pertenecerían los catalanes:
Se muestra mucho más positivo. Su genio es analítico y rudo como el país que habita, va al fondo de las cosas sin pararse en la forma.
Y por si alguien aun no tiene claro cual de las dos es la raza mala, Almirall despeja todas las dudas con los siguientes "piropos":
Hoy en día la gente castellana, tomada en su conjunto formando un pueblo o individualmente está completamente decaída y degenerada, pero no ha perdido ninguna de sus condiciones características.
Sus ideales son tan raquíticos como su imaginación atrofiada. Sus abstracciones no pasan de paradojas, los medios son bastos y de baja ley. Inepta para toda empresa positiva, vegeta en la miseria moral y material y aquella raza, una de las más simpáticas de las que pueblan Europa a pesar del desequilibrio de sus facultades, ha descendido hasta ocupar uno de los últimos lugares en el mundo civilizado.
Popularizó también D. Valentí uno de los clichés mas manidos de la castellanofobia, que se repetirá posteriormente hasta la saciedad. Nos referimos a la identificación de Castilla con Don Quijote. "¿Puede darse un tipo más genuinamente castellano?" llegará a proclamar, quizás porque todavía no existía el Institut Nova Historia para "descubrirnos" que Cervantes era  catalán. Un Don Quijote, por supuesto,  pintado desde el desprecio  y con los trazos más patéticos:
Débil de cuerpo pero todavía más de inteligencia y no obstante se siente con aliento suficiente para salir a combatir contra los mundos visibles e invisibles.
En 1.883 fue el encargado de redactar lo que posteriormente sería conocido como "Memorial de Agravios". Considerado otro hito del nacionalismo catalán, que lo presenta como su primer acto político, en realidad se produjo como respuesta a las conversaciones que mantenían España y Gran Bretaña al objeto de reducir los aranceles y avanzar en el librecambismo. 

Los industriales catalanes vieron el peligro evidente de perder el mercado cautivo español del que disfrutaban con la entrada de productos ingleses más económicos y de mejor calidad. Así que optaron por presionar y entregar en mano a Alfonso XII una extensa "Memoria en Defensa de los Intereses Morales y Materiales de Cataluña" (este era el nombre real del documento). En él, junto con demandas de más autonomía  y  muestras de amor a la unidad española, se incluían sobre todo peticiones de proteccionismo económico para sus negocios. Peticiones que fueron y han sido puntualmente atendidas por el Estado español, como quien dice, hasta prácticamente nuestros días.  

Fábrica catalana (1.929). Durante los siglos XIX y XX los industriales catalanes consiguieron que el Estado impusiera  fuertes aranceles a las importaciones, que  perjudicaron al resto de regiones y a los consumidores.

Este batallar a favor del arancel no deja de sorprender en un hombre de mentalidad moderna como Almirall, firme partidario del libre comercio... ¡excepto cuando  este  perjudicaba a Cataluña!. Más tarde trató de justificar su postura, y a pesar del sacrificio que en beneficio de los industriales catalanes estaban soportando los castellanos junto con los otros pueblos de España, no tuvo ningún escrúpulo en aliñar su argumentación con el anticastellanismo de rigor:
[en referencia a Gran Bretaña] Por la sólida política de sus gobernantes, por el patriotismo de todas las clases sociales, por el estado de avance y progreso que ha alcanzado en todas las ramas de la actividad, no ha de temer, sino que ha de desear la competencia [...]
Pero señores, ¡Qué diferencia de ellos a nosotros! A nosotros la naturaleza nos ha clavado en una península cuya raza dominante está prematuramente envejecida por una confluencia de causas históricas.  
Así que, por supuesto, Cataluña no es culpable de aprovecharse de la debilidad del Estado para conseguir leyes proteccionistas hechas a la medida de su burguesía industrial, que retrasan y arruinan el desarrollo de los demás. ¡Muy al contrario! Cataluña (¿como siempre?) es la víctima de la raza castellana, que ha envejecido prematuramente y ¿por qué no? también de la malvada naturaleza, que la ha "clavado" en la Península Ibérica junto a ella. Ejercicio ruin de malabarismo victimista que nos espantaría de no estar ya sobradamente acostumbrados.

En cualquier caso, Almirall fue poco a poco quedándose aislado y perdiendo apoyos en el seno del movimiento catalanista. Un movimiento que como ya dijimos, tenía por entonces un cariz reaccionario y católico con el que nuestro hombre no cesaba de chocar. Alguien definió certeramente la situación afirmando que el drama de Almirall consistía en ser "demasiado catalanista para los republicanos y demasiado republicano para los catalanistas"

Como tantos otros nacionalistas catalanes, su ideario fue evolucionando y atemperándose con el tiempo. En el prólogo que redactó en 1.902 para la traducción castellana de "Lo Catalanisme"  se observa su posición ideológica en los últimos años. Renegaba de
esta generación de catalanistas que a fuerza de exageraciones patrioteras ha llegado a descubrir que ha de declarar bárbaros a los no catalanes, y aun a los que no piensan, hablan y rezan como ellos, aunque hayan nacido en Cataluña.
En hora buena que los separatistas por odio y malquerencia sigan los procedimientos que crean que mejor les llevan a su objetivo, pero no finjan, ni pretendan engañarnos. El odio y el fanatismo sólo pueden dar frutos de destrucción y tiranía. 
Llegó al punto de manifestar públicamente su decepción con el catalanismo definiéndolo como 
un arma de reacción contra toda idea moderna, tanto en el terreno político como en el social y religioso, absorbiendo casi todo el carlismo de Cataluña (...) No podemos permitir que él nos confunda. Antes que catalanes somos hombres.
Como cabía esperar, sobre esta  última etapa de su pensamiento se ha corrido un tupido velo y apenas es tenida en cuenta por los nacionalistas catalanes contemporáneos.  

domingo, 5 de octubre de 2014

Castellanofobia: Josep Armengou

Es la hora de la catalanización paciente y persistente de los inmigrados, sobre todos de los niños (...) El solo hecho de haber nacido en Cataluña y ser padre de catalanes no es suficiente para ser catalán.(...)  Las zorras y los sapos de nuestro país también han nacido en Cataluña y no decimos que sean propiamente catalanes. 
Mn. Josep Armengou . Justificació de Catalunya


Josep Armengou i Feliu, nacido en 1.910 y conocido por su pequeña estatura como "mossen cametas" (reverendo piernecillas) fue un sacerdote y escritor catalán. Cuando estalló la Guerra Civil escapó de Cataluña, pasándose a la denominada "zona nacional" y sirviendo en el ejército franquista como capellán castrense. Posteriormente sería nombrado vicario y maestro de capilla de Berga, su ciudad natal, en la que fallecería en 1.976.  

Su libro más famoso es Justificació de Catalunya, que se publicó clandestinamente en 1.958 y ya libremente en 1.979. Dicha obra  tendría una enorme influencia sobre los diversos sectores que poco después protagonizarían la eclosión catalanista de finales del franquismo y la transición. Sin ir más lejos sobre Jordi Pujol, que  la volvería a editar en 1.996 con cargo a los fondos de la Generalitat que a la sazón presidía, y que incluso la prologó. Así de elogiosamente se refería don Jordi al libro en cuestión:
su lectura me produjo una fuerte impresión (...) Es una obra apasionada -y apasionante- alejada de las elucubraciones universitarias y de los compromisos de los políticos. Es una obra escrita con una gran libertad de espíritu, con una gran visión de futuro, con una firme voluntad de revisar nuestro pasado para entender el presente y construir un futuro mejor. 
Pero ¿qué se decía en Justificació de Catalunya para merecer semejantes piropos? Pues entre otras cosas, el curita de Berga soltaba perlas tan poco evangélicas como las siguientes:

 Mn. Josep Armengou. Nacionalista catalán exacerbado y castellanófobo (valga la redundancia).
Advertimos que quien se ha domiciliado en Cataluña y no quiere entender el catalán es un enemigo que no merece otro tato que el de enemigo. 
La España católica ha exportado a Cataluña masas totalmente irreligiosas (...) que han establecido en el país, como instituciones permanentes la miseria, la prostitución, el flamenco y la delincuencia.
El hombre que en su tierra se constituye en introductor de una lengua extranjera en detrimento de la lengua propia, en importador de costumbres extrañas que adulteran las formas de vida originales sin hacerlas progresar, es un degenerado y un miserable. Tiene la obligación de emigrar a su patria electiva (...) En todo caso, sólo puede reclamar ocho palmos de cuerda y un árbol muerto donde colgarse. Y todavía que se pudra al aire, sin que su cuerpo espurio contamine la madre tierra de la cual se ha avergonzado. 
En Ideas y Pensamientos de Josep Armengou i Feliu se añadirían unas cuantas más para la colección:
En Cataluña en lugar de pagar futbolistas quizá habría valido más pagar guerrilleros.
España tiene a Cataluña como fuente de ingresos económicos y como cloaca de sus detritos humanos y sociales.
¿Y sobre Castilla? Seguro que nuestros lectores ya sospechan la respuesta. Fiel al imaginario catalanista, para Mossen Armengou Castilla es la representación de todo lo malo habido y por haber. Culpable de todas las cosas, incluso de unas que se contradicen con otras, de las que por supuesto no por ello deja de ser  culpable. Así, los castellanos pueden ser acusados sin sonrojo y en el mismo libro de  africanismo...
El africanismo, que ha llegado a constituir una de las líneas fundamentales del españolismo unitarista, nunca ha sido compartido por Cataluña, que ya en su prehistoria nacional había resistido la imposición toledana; Cataluña, que tiene un origen político y cultural netamente europeo y que concluyó bien pronto la reconquista de su territorio. Éste es el punto de partida del hecho diferencial catalán y la base de la mutua y por ahora insalvable incomprensión entre la España creada por Castilla y Europa. No es su pretendido catolicismo lo que ha hecho a España repelente a los ojos de Europa; es su islamismo. Lógicamente el lugar actual de España no ha de ser la Unión Europea sino la Liga Árabe. Lo digo sin la menor intención de ironía.
Y de goticismo...
Ya antes de la derrota de los Comuneros en Villalar la Castilla democrática había sufrido las primeras mistificaciones al dejarse penetrar por el espíritu visigodo de la Monarquía asturiano-leonesa.
En fin. Veamos un pequeño muestrario del "apasionado y apasionante" anticastellanismo que destila el clérigo Armengou en su "Justicació". 
De aquí ha nacido el problema de España, que no es otro que la lucha de Castilla por el dominio y la hegemonía, y la lucha de los pueblos agredidos por la dignidad. 
¿El problema de España? ¡Pues Castilla, naturalmente! ¿Quién dice que el catalanismo sea simple? 
Con el nombre de "Unidad" Castilla pretende justificar el genocidio. No tiene nada de extraño.
Por si a alguien sí le parece extraño, no se refiere al holocausto judío durante el III Reich, sino a un presunto genocidio de Cataluña que nosotros desde luego desconocíamos y que la ONU y los demás organismos internacionales no han tenido a bien declarar, ellos sabrán por qué.
La historia de la colonización castellana de América es la historia de la expansión de un pueblo débil. Y sobre todo, no es una historia española. Castellana y basta. 
¡Vaya! Ahora que Jordi Bilbeny nos tenía casi convencidos de que el descubrimiento era un asunto catalán... al menos consuela saber que, en cualquier caso, el "débil" pueblo castellano sigue teniendo la culpa. En este punto la coincidencia siempre es total.

 Jordi Pujol. De joven se entusiasmó con la obra de Armengou. Una vez convertido en President de la Generalitat, la reeditó y prologó.
Toda la presión colonialista española sobre los pueblos periféricos ha sido hecha desde Castilla y en castellano. Teniendo como base el pueblo castellano según modelos castellanos y en beneficio de los castellanos.
En efecto, solo hay que darse una vuelta por cualquier despoblada comarca castellana y se comprueba enseguida cuan "beneficiada" ha sido Castilla por el Estado español con respecto a Cataluña...
A Castilla le ha faltado inteligencia, magnanimidad, y grandeza.
Por lo visto, dos siglos (XVI y XVII) de salvaje persecución fiscal  en beneficio de la periferia y de la corona, y otros dos (XIX y XX) de proteccionismo económico especialmente diseñado para favorecer los intereses de la burguesía catalana, según Armengou no han sido suficiente muestra de magnanimidad y de grandeza. Curiosamente, en lo de que a Castilla le ha faltado inteligencia (pero precisamente por soportar durante cientos de años semejantes agravios y discriminaciones) sí que podríamos estar de acuerdo.  

Y así, después de rellenar página tras página de grueso ultranacionalismo catalán, salpicado de anticastellanismo, desprecio, xenofobia, odio, agresividad y racismo (recordemos el pasaje que inicia esta entrada donde llega a comparar a los castellanohablantes de Cataluña con los sapos y las zorras) el "buen" cura Armengou concluye (y no es broma) que: 
España no es más que el disfraz del racismo castellano.
Parece increíble que nuestro hombre se pasara toda una vida ejerciendo de sacerdote sin aparentemente llegar a reparar en aquello tan famoso de "la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio"...


miércoles, 17 de septiembre de 2014

Castellanofobia: el doble rasero catalanista

I esto de inventar los catalanes i de escribir a su albedrío lo que conviene a su onra o vanidad es cosa natural en ellos.
Francisco de Rioja (1.583-1.659). Aristarco

Llevamos ya cierto tiempo recopilando muestras históricas de anticastellanismo y quizá sea buen momento para hacer  alguna consideración más general sobre el tema. Aun reconociendo la  razón del verso de Ramón de Campoamor "en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira", no deja de sorprendernos las diferencias abismales de rasero que suele gastar el catalanismo a la hora de juzgar todo lo que tenga que ver con su tierra y lo que se refiera a Castilla. 

Cabría esperar de un colectivo tan sensible para con la opinión que otros puedan tener de su patria, cierto reparo y contención al expresarse sobre la de los demás,  y en lo que nos atañe, con Castilla. Creemos honradamente que demasiadas veces no ha sido así. El continuo lamento victimista sobre el poco cariño que despiertan en algunos territorios, incluidas las provincias castellanas,  ha ido acompañado (mejor dicho, precedido) de crueles ataques hacia esos mismos lugares. Hemos reunido en este humilde blog un buen puñado de ellos, y  es indudable que aun nos queda bastante trabajo por hacer. 

Dicha castellanofobia tiene a nuestro juicio un terrible agravante: que no fue casual o accidental, sino provocada por gentes que sabían muy bien lo que hacían. No se trata de un acto reactivo como a veces se alega desde Cataluña, sino premeditado. Y Enric Prat de la Riba (1.870-1917), nada menos que uno de los padres del catalanismo, lo reconoció explícitamente:
Había que acabar de una vez con esa monstruosa bifurcación de nuestra alma, había que saber que éramos catalanes y que no éramos más que catalanes, sentir lo que no éramos para saber claramente , hondamente, lo que éramos, lo que era Cataluña. Esta obra, esta segunda fase del proceso de nacionalización catalana, no la hizo el amor, como la primera, sino el odio (...) y no nos contentamos con reprobar y condenar la dominación y los dominadores, sino que, tanto como exageramos la apología de lo nuestro, rebajamos y menospreciamos todo lo castellano, a tuertas y a derechas, sin medida. 
Los catalanes que aun hoy en día y de buena fe, se preguntan sobre los motivos de que se haya extendido cierto resentimiento contra ellos en muchas zonas  (y que nosotros, dicho sea de paso, condenamos) quizá  debieran leer  el párrafo anterior. Y que juzguen ellos mismos si la castellanofobia,  que tan útil puede haber resultado  para el desarrollo del nacionalismo catalán, no está en el origen de todos estos lamentables prejuicios cruzados entre ambos pueblos. Si no es humanamente comprensible que "rebajar y menospreciar todo lo castellano a tuertas y derechas, sin medida"  provoque automáticamente una reacción de reciprocidad. 

El Cid,  según la historiografía catalanista, un capitán de ladrones. ¡Y Hollywood sin enterarse! Parece que lo de menos son todas las batallas que ganó. Incluída la de Tévar al Conde de Barcelona. ¿Vendrá de ahí la inquina?

Francisco Jaume, industrial y escritor gerundense,  ya lo denunciaba en 1.907:
una de las mentiras más indignas de los catalanistas es la de hacer creer a los catalanes que somos odiados por los castellanos, cuando es perfectamente lo contrario. Son los primeros los que odian a los segundos
Y lo explicaba de este modo:
Primero. Los separatistas se creen personas superiores a los demás. Es claro, no dicen que sean ellos solos los superiores, sino los catalanes, más adelantados que los castellanos, por cuyo motivo hay que separarse o, si no, Cataluña se ve obligada a llevar a remolque a esa masa ignorante de las demás provincias compuesta de una raza inferior a nosotros, los catalanes, y cuyo número es, por sí solo, suficiente para impedirles a ellos, los superiores, ser nunca nada. Este odio ha inspirado toda la literatura catalana; pero para disimularlo mejor, entonces se han inventado: Segundo. El odio de los castellanos a Cataluña, invirtiendo los términos. Es un escamoteo de la verdad fácil de hacer en política. Se provoca constantemente a los castellanos, y si alguno de éstos, cansado de soportar, responde enojado alguna frase contra Barcelona o Cataluña, se copia esta frase, y se dice: ¡Ved, catalanes, como somos odiados por los castellanos! Insistiendo uno y otro día han conseguido acreditar ante muchos que somos odiados por los castellanos y disimular que son ellos los que odian.
Y no solo observamos ese doble rasero en lo referente a las fobias nacionales. También a la hora de juzgar el folklore, la historia e incluso el arte. Efectivamente, según cierto catalanismo, cualquier personaje histórico, leyenda o mito castellano solo puede ser considerado algo falsario, manipulado y casposo. Cualquier sentimiento de orgullo por nuestro pasado, solo puede calificarse de patrioterismo ridículo. Cualquier monumento literario o bien se considera que ha sido exagerado e impuesto por el "centralismo imperante", o es examinado desde las más estrambóticas perspectivas para que sirva como crítica... a la propia Castilla; (nos queda pendiente escribir una entrada acerca de la surrealista visión que se ha venido dando desde el nacionalismo catalán del Quijote). Y ya lo último, que es la manía que les ha entrado a determinados sectores  por apropiarse directamente nuestras glorias. Veanse si no las publicaciones dedicadas en este mismo blog al Institut Nova Historia

Este severísimo y feroz juicio sobre lo castellano se mezcla con envidiable desparpajo con una idolatría realmente notable por todo aquello que consideran propio. No hay medias tintas, no hay claroscuros, no hay zonas grises. De Wilfredo el Velloso a la Reinaxença, pasando por los almogávares,  Pau Claris o "1.714". Todos los mitos son ejemplares, los escritores grandiosos, el pasado digno de toda admiración. 

Comprobemos  los términos que utiliza Prat de la Riba para referirse a Castilla y al Cid:
Con su espíritu de dominación, mezcla extraña de autoritarismo y anarquía, de energía y lasitud, de previsión y ceguera, herencia malaventurada de la sangre semítica que le lleva a hacer una industria de la guerra como aquel capitán de ladrones que Castilla ha convertido en su héroe nacional, como el Cid Campeador. 
Y ahora fijémonos en la visión idealizada hasta el ridículo que da su contemporáneo Víctor Balaguer de los almogávares, mercenarios procedentes entre otros lugares de Cataluña, y que en el siglo XIII camparon por Grecia y Anatolia, al tiempo que las saqueaban y devastaban:
Aquellos hombres que venían de hollar con planta indiferente los sitios donde un día se alzara Troya, héroes a su vez de una epopeya como la que inmortalizó Homero, iban a despertar con el rumor de sus pisadas y el acento de un lenguaje desconocido los ecos de las Termópilas, los huesos de cuyos defensores debieron estremecerse al sentir que por allí pasaban otros héroes.
Ni punto de comparación, ¿verdad?

El catedrático de historia de la Universidad Autónoma de Barcelona Ricardo García Cárcel en un artículo recientemente publicado ha vuelto a abundar en lo obvio:
ahora a escala nacional ni el Cid ni Agustina de Aragón tienen ninguna simpatía. Y en cambio los nacionalismos periféricos tienen los altares de los mitos sobrecargados.
Los Almogavers según Bartomeu Ribó (1.866). Estos en cambio, desde la óptica catalanista, sí que eran unos verdaderos héroes. Por lo visto no robaban, y mataban lo mínimo. ¡Y además ya gustaban de usar barretina!

Y no se trata únicamente de un fenómeno actual. Ya a principios del siglo XX el escritor guipuzcoano José María Salaberría dejó constancia de lo asombrosamente distinta que puede resultar la bara catalanista de medir:
Habladle de Numancia a un catalanista y os dirá que eso es cursi, que eso es un patriotismo pasado de moda. Si le cantáis a un catalanista la Marcha de Cádiz, dirá que el himno es ramplón y sobre todo, patriotero (...). Recordadle a un catalanista la gloria literaria de Calderón de la Barca, y sonreirá con malicia: "¡Vaya, vaya: estamos en el secreto de los clásicos españoles...!" Hoy mismo leo en "El Diluvio" una carta de Madrid en que el articulista hace un examen de las cosas y asegura que las mujeres madrileñas son bastante feas, de rasgos poco finos y de trajes deplorables. De España, pues, puede el catalanista decir lo que le place; es una exacta tierra mostrenca. Pero atreveos a insinuar que las mujeres de Barcelona son ordinarias, y el catalanista pondrá el clamor en el cielo. ¡Ya ven como nos odian los españoles! Es así, por consiguiente, que la tierra mostrenca de España se convierte al llegar a Cataluña en un objeto santo, inviolable. No podéis llamar fea a la barretina porque inmediatamente se producirá una diada de desagravio. Si opináis que "Els Segadors" es un canto burdo y retrasado, la protesta será inaudita. Ese que sonríe con suficiencia ante la gloria de Calderón se sentiría injuriado si dijéramos que la "Atlántida" de Verdaguer no pasa de ser un buen libro para optar a un premio en los Juegos Florales. Esa es la gran injusticia del catalanismo. No existe en sus juicios ninguna idea de proporción. Usa unos lentes falaces para mirar los dos patriotismos; ve a España con los cristales minúsculos y a Cataluña con los de aumento. Todo es en España sujeto de crítica y de vejación; todo es en Cataluña tema de reverencia y santidad. Se toman a sí propios tan en serio, que la menor objeción los deja estupefactos, como ante el infiel que profana el ara. 
¿No les suena?

martes, 2 de septiembre de 2014

Conservación de Monarquías


Y asi concluyo este discurso, con que conviene que en las cargas y tributos de las provincias, en quanto fuere posible, haya una debida y ajustada proporcion, sin que todo el peso cargue sobre la cabeza.
Pedro Fernández Navarrete  


Vamos a repasar hoy un curioso libro publicado hace ya algunos siglos: "Conservación de Monarquías y Discursos Políticos", de Pedro Fernández Navarrete (1.564-1.632). Su autor, logroñés de nacimiento, fue un reconocido humanista, economista, escritor y poeta que alcanzó a ser  secretario real y canónigo  de Santiago de Compostela.

El libro, que vio la luz en 1.626, es un conjunto de reflexiones sobre los graves problemas que ya entonces, y pese a la prodigiosa expansión exterior, afrontaba la Corona española, así como sobre la manera de resolverlos. Aborda en él todo tipo de temas, desde el peligro que supone la despoblación a la condena del lujo o el excesivo número de días festivos que comprometían seriamente la economía. Pero nosotros vamos a centrarnos en el discurso XXIII, titulado significativamente: "Que las cargas de la monarquía se deben repartir entre todas las provincias". 

En efecto, el capítulo citado demuestra que los castellanos de la época, o al menos la parte más ilustrada de ellos, eran plenamente conscientes del terrible daño que estaba sufriendo Castilla  al ser obligada a soportar casi en solitario todo el peso fiscal. El Estado Asimétrico organizado por los Austrias permitía que Vasconia, Portugal y los territorios pertenecientes a la Corona de Aragón se convirtieran en un antecedente de los modernos paraísos fiscales, al tiempo que los campesinos y burgueses castellanos eran brutalmente exprimidos para sufragar una interminable serie de guerras.

Retrato de Felipe III. Pedro Fernández Navarrete le aconsejó que las cargas de la monarquía no recayeran solo sobre Castilla, sino que se repartieran equitativamente entre  los diversos reinos. Su consejo no surtió efecto.

En primer lugar hace Fernandéz Navarrete una curiosa e impecable reflexión histórica: todos los imperios se han caracterizado por procurar enriquecer a la cabeza del mismo, mientras que paradójicamente el régimen de los Habsburgo, parecía empeñado en lo contrario, arruinar a Castilla en beneficio de los territorios periféricos. El asombrado autor no encuentra precedentes ni justificaciones a tal proceder.
Todas las monarquías han usado siempre enriquecer la cabeza del imperio con los despojos y tributos de las provincias y naciones, ó ganadas por las armas, ó habidas por otros justos derechos. Así lo hicieron los Romanos, enriqueciendo el erario con los despojos de África y Persia, ó, como otros dicen, de Perseo. 

Y entre otras alabanzas que el Poeta Claudiano dio a Estilicon, fue decir, que había traído al imperio riquezas no conocidas, desde remotas y heladas provincias.

Y no solo Roma, sino todas las colonias y las ciudades  a quién se comunicaban los privilegios Romanos eran exentas de pechos y tributos, gozando del derecho itálico de que tuvo origen el llamar hidalgos á los que no pechaban.
Pero, como suele decirse, "Spain is different". Aquí no solo no se benefició fiscalmente al principal soporte del Imperio sino que se le esquilmó, empobreció, y agravió sin tregua:
Solo Castilla ha seguido diverso modo de imperar, pues debiendo, como cabeza, ser la más privilegiada en la contribución de pechos y tributos, es la más pechera, y la que más contribuye para la defensa y amparo de todo lo restante de la monarquía; porque no solo da para el sustento de la casa real, y para asegurar las costas de España, sino tambien para presidiar África, reducir a Flandes, y socorrer provincias y Príncipes extrangeros.
La solución que propone el autor no puede ser más moderada y de sentido común: repartir los gastos y las levas de soldados de manera equitativa y razonable entre todos los integrantes de la monarquía.
Con todo eso parece justo, que repartiéndose las cargas en proporcion, quedara por cuenta de Castilla el sustentar la casa real, guardar sus costas y la carrera de Indias: y que Portugal pagara sus presidios, y las armadas de la India oriental, como lo hacia cuando no estaba incorporado con Castilla. Que Aragon é Italia defendieran sus costas, y sustentaran para ello los baxeles y milicia necesaria; 
De otro modo, las consecuencias de seguir con la habitual política de expolio  al pueblo castellano, podían ser desastrosas, (y efectivamente lo fueron).
por que no parece puesto en razon, que la cabeza se atenue y enflaquezca, mientras los demás miembros, que estan muy poblados y ricos, miran las cargas que ella paga: siendo más justo que las provincias que están vecinas a confinantes enemigos, contribuyan mas para su propia defensa, como en las Cortes de Madrid del año de mil quinientos veinte y ocho se pidió al señor Emperador Carlos quinto:  pudiendo decir Castilla a las demás provincias lo que el Rey Atalarico escribió á los romanos, que gastaba sus erarios y la sangre de sus Godos, para que ellos gozasen de una parlera y pacífica alegría. 
Con lo de "provincias que están vecinas a confinantes enemigos" se refería sobre todo a Cataluña, territorio fronterizo con Francia y frecuente teatro de operaciones, pero cuya defensa se llevaba a cabo fundamentalmente con dineros y soldados castellanos. 

Y es que, a principios del XVII, tras un siglo de continua discriminación  y completo ninguneo de los intereses castellanos,  la situación económica y demográfica de la península había variado  por completo. Castilla ya no era la potencia en pleno auge de antaño. Se estaba empobreciendo y despoblando  a pasos agigantados. Por contra, las otras regiones gozaban de la prosperidad económica que sus privilegios  le facilitaban. 
Que socorrer Castilla á las demas provincias es muy puesto en razon, si ella estuviese sobrada rica, conforme á lo que dixo Séneca, que el dar ha de ser, sin que el que da, se ponga en necesidad. 
Como cabía esperar, este sacrificio de Castilla en aras de los otros reinos y de la dinastía  nunca fue valorado ni agradecido. Cuando unas décadas después nuestra tierra se quedó definitivamente sin fuerzas ni recursos para seguir arrastrando el peso, y al Conde-duque de Olivares no le quedó otra que intentar que los demás también contribuyeran al esfuerzo común, la respuesta fue la desafección, el auge del anticastellanismo, y la rebelión.  

De Felipe III a Felipe VI. ¿Es posible que España vuelva a configurarse como un Estado Asimétrico que beneficie a ciertos territorios periféricos a costa de perjudicar y discriminar a Castilla?

Llaman poderosamente la atención las enormes similitudes entre el Estado Asimétrico  que padecieron los castellanos durante los siglos XVI y XVII y el que algunos parecen empeñados en instaurar en España en pleno siglo XXI. Como si pudiera haber una especie de conexión temporal malhadada entre los reinados de sendos monarcas de nombre Felipe, el tercero de entonces y el sexto actual. 

Interesadamente, se quiere hacer creer que el reconocimiento de privilegios a ciertas zonas con fuerte presencia nacionalista serviría para eliminar o al menos moderar las tensiones territoriales. Los que así opinan, o carecen de cualquier conocimiento histórico, o de tenerlo este no les ha aprovechado  nada. 

Si algo se ha podido comprobar a través de los tiempos es que jamás ningún privilegio ha servido para que ningún territorio o grupo social favorecido mostrara el menor agradecimiento a los que lo sufren o para que moderara sus aspiraciones. Antes bien, siempre consideraron que tales privilegios eran obligados y lo mínimo a lo que tenían derecho, y no han buscado sino la forma de acrecentarlos y seguir distinguiéndose de los demás. 

Que nadie tenga pues la menor duda de que un sistema político serio, moderno y estable no puede construirse sobre la base de la desigualdad y el agravio permanente, sino únicamente sobre la más exquisita igualdad en derechos y obligaciones de todas las partes constituyentes.




miércoles, 6 de agosto de 2014

Federalismo Asimétrico: ruina de Castilla bajo los Austrias (II)


En el terreno fiscal, el núcleo meseteño soportó una carga durísima, recayendo sobre sus hombros el peso principal de los cuantiosos gastos derivados de la política imperial.
Julio Valdeón

- Es continuación de Federalismo Asimétrico: ruina de Castilla bajo los Austrias (I) -

Nos centraremos ahora  en unos pocos pero elocuentes datos sobre la sangría fiscal que sufrió Castilla en los siglos XVI y XVII. Para ello seguiremos a Gonzalo Martínez Díez en su obra "Fueros Sí, Pero Para Todos", libro publicado durante la época de la Transición y que lamentablemente no ha perdido ni un ápice de actualidad. Los subrayados son nuestros.
Con la unión definitiva de las Coronas de Castilla y de Aragón en 1.516 y el nacimiento de la Monarquía española, las empresas y obligaciones de esta nueva unidad como las guerras de Italia o del Imperio o con el turco no pueden considerarse ya como empresas peculiares de Castilla, sino como algo propio de la Monarquía o de sus Reyes y por lo mismo comunes a todos los reinos integrados en la Monarquía. 
Y esto no obstante durante más de dos siglos todo el peso fiscal de la Monarquía se va a volver casi exclusivamente sobre el reino de Castilla que será sistemáticamente exprimido, esquilmado y empobrecido por los excesivos y desproporcionados impuestos de los que se verán libres en cambio los otros reinos de la Monarquía como Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca.
Famoso poema de Quevedo escrito desde la rabia de quien observa impotente como la discriminación que sufría Castilla la estaba llevando a la ruina. ¿Será el Siglo XXI castellano igual que el XVII? 
Sobre Castilla, además de los impuestos medievales, los monarcas de la Casa de Austria harán recaer cuantiosos servicios ordinarios y extraordinarios, millones, almojarifazgos, rentas de Granada, etcétera, todos los cuales en su integridad gravitarán únicamente sobre los pecheros, lo que aumentará todavía más la injusticia de los mismos. En cambio la alcabala, impuesto que no reconocía exentos, quedará encabezada en una cantidad o fija o de progresión muy lenta, perdiendo cada día importancia relativa. 

Si calculamos las aportaciones fiscales de Castilla para un año ordinario del reinado de Carlos V, 1.553 (...) obtendremos los siguientes resultados en maravedís:

Rentas ordinarias..........  500.520.000
Maestrazgos.................  88.592.000
Servicios de las cortes.... 150.000.000 
TOTAL................................739.112.000

El equivalente a estos impuestos en los reinos de la Corona de Aragón eran los subsidios votados en cortes cada 5 años normalmente en el reinado de Carlos I por 300.000 libras Cataluña, 200.000 Aragón y 100.00 Valencia, equivalentes a 197.647.000 maravedís de los que 1/3 quedaba en los reinos para asuntos propios. La aportación real de 131.765.000 maravedís en cinco años correspondería a 26.388.000 anuales para los tres reinos. 

Comparando estas cifras con el número de habitantes que Carande halla para cada reino tendremos que a cada castellano le corresponde pechar 101 maravedís por los conceptos antedichos y a cada habitante de los tres reinos de la Corona de Aragón 20 maravedís: la presión fiscal pues que Castilla sufría era un 500 por 100 más que la de Cataluña, Aragón o Valencia

Y no hemos calculado la aportación de las Indias pertenecientes a la Corona de Castilla devorada en su integridad por las empresas militares de los Austrias: nos hemos limitado exclusivamente a los territorios peninsulares del reino de Castilla (...).

Y este desequilibrio fiscal empobrecedor y aun despoblador de Castilla lejos de aminorarse no hará sino aumentarse todo a lo largo del siglo XVII hasta alcanzar valores del 700 por 100 en relación con los otros reinos. 

Así, en 1.623 según datos de Domínguez Ortiz, mientras la alcabala en Castilla había pasado de 890.000 ducados en 1.553 a 2.754.768 desde 1.612 (...) los estados de la Corona de Aragón continuaban contribuyendo con 200.000 ducados entre Cataluña, Valencia, Aragón y Mallorca. En proporción a la población de ambos contribuyentes  la presión fiscal sobre Castilla sería un 838 por 100 mayor.

Y estos ingresos fiscales no se gastaban en servicios públicos productivos de variada índole, sino que en su casi totalidad se empleaban en gastos militares fuera del reino de Castilla, en sostenimiento de la Corte y en mercedes reales entre todos los súbditos de la Monarquía. 
El Recaudador de Impuestos, Pieter Brueghel (1.564-1.638). El Estado "asimétrico" organizado por los Habsburgo propició una presión fiscal inaudita sobre Castilla, que como consecuencia acabó empobrecida y despoblada.
Esta tremenda desigualdad fiscal va a perdurar sin notables rectificaciones hasta que Felipe V acabada la Guerra de Sucesión, establece en toda la Península una administración borbónica unificada y fija las cuantías que en proporción a su población y riqueza deberán aportar los diversos reinos de la monarquía. 
Las frías cifras  ponen al descubierto el continuado y monstruoso expolio que sufrió Castilla durante los siglos XVI y XVII, la profunda puñalada que la desangraría y que trocó el prometedor futuro del que hablábamos en la anterior entrada por crisis, ruina, y despoblación. El comercio decae, la producción se desploma, el número de habitantes se estanca o decrece.  ¡Cómo no nos van a venir a la memoria las palabras que el gran Miguel Delibes dejara escritas allá por los años setenta del pasado siglo!:
A Castilla se la ha ido desangrando, humillando, desarbolando poco a poco, paulatina, gradualmente, aunque a conciencia.
Con todo y con eso, aun los castellanos tenemos que aguantar a quienes desde la periferia y movidos  por la ignorancia o por la mala intención, insisten en pintar al régimen caótico, asimétrico y totalmente ruinoso (al menos para nuestra tierra) de los Austrias como un ejemplo de respeto por la diversidad y un precedente... ¡¡digno de ser emulado!!

No podemos pues sino coincidir con Gonzalo Martínez Díez cuando concluye:
No creo que haya que buscar causas ocultas al declive relativo de Castilla que se inicia desde el mismo siglo XVI, no hay economía capaz de resistir este desigual trato fiscal sin que comience a acusarse un desequilibrio regional. 
Visto el atroz resultado que supuso para Castilla el experimento de estado "asimétrico" implementado por Carlos I y sus sucesores, nos gustaría creer que la Historia al menos servirá de recordatorio para que no se repita. Al fin y al cabo, nuestros antepasados de aquella época no disponían de voto ni de libertad de expresión. Ojalá los castellanos de hoy hagamos valer nuestros derechos y la más elemental justicia y pongamos en el sitio que merece a todo aquel indeseable que pretenda  privilegiar a otros territorios a costa nuestra. Ojalá.



domingo, 27 de julio de 2014

Federalismo Asimétrico: ruina de Castilla bajo los Austrias (I)


Sí sabemos, en cambio, algunos importantes datos económicos que explican cómo Castilla hubo de contentarse con el opio de las alabanzas de los gobernantes españoles, mientras la expoliaban en beneficio de otras regiones españolas. Todo el lujo de los nobles y el aparato bélico y civil del Reino de España -ya no el de Castilla ni el de León- salían del trabajo de los campesinos castellanos y leoneses y del de los indios americanos.
Jesús Torbado. Una Defensa de Castilla


Si existe un nefasto concepto que revolotea amenazadoramente cual pájaro de mal agüero sobre el actual debate territorial es el de "Federalismo Asimétrico". Popularizado en su día por el antiguo presidente de la Generalitat Pasqual Maragall, sigue sin ser desautorizado explícitamente por casi nadie. Y mucho nos tememos que hay grupos interesados en fijarlo como eje de un nuevo modelo  que se intenta colar de tapadillo a la sociedad española en general y al pueblo castellano en particular. Éste, descuartizado en varias comunidades autónomas irrelevantes, casi sin conciencia nacional y sumiso desde hace mucho a las élites políticas (actualmente denominadas "la casta"), se presenta como principal candidato a ejercer de víctima propiciatoria (por enésima vez) en los apaños entre dichas élites y los nacionalismos exacerbados de la periferia. 

Escudo de Carlos I. Se agradece el detalle de situar  las armas de Castilla en el lugar preferencial. Pero no compensa en absoluto la sangría a la que la sometió en beneficio de su dinastía y de los otros reinos. 

Efectivamente, surgen continuamente rumores (¿o son más bien globos sonda lanzados desde ciertas instancias?) sobre futuribles privilegios fiscales, oprobiosos dobles raseros en lo que a la relación con el Estado se refiere y diferentes techos competenciales. Todo ello es por completo ajeno a cualquier federalismo digno de tal nombre, y opuesto a la letra y al espíritu de cualquier constitución federal de cualquier país medianamente serio. Muy al contrario: el federalismo se basa precisamente en la igualdad entre los territorios constituyentes. No admite beneficios especiales para algunos que conllevarán necesariamente  enormes perjuicios para los demás.

Fieles a la esencia de este humilde blog, bucearemos en la historia para estudiar algo parecido a un precedente de este malhadado "Federalismo Asimétrico" con el que por lo visto se pretende castigar a los castellanos. Nos fijaremos someramente en como funcionaba España en tiempos de los Habsburgo, la dinastía austriaca entronizada en el siglo XVI, después de los Reyes Católicos.

Como sabemos, a la llegada al trono de Carlos I, la Corona de Castilla era  uno de los principales estados de Europa Occidental. Había dejado atrás la crisis de la baja Edad Media, y se estaba configurando como gran potencia marítima. Burgos era por entonces un importantísimo núcleo mercantil especializado en el comercio con Flandes, y por toda Castilla proliferaban ferias, entre las que destacaba la de Medina del Campo. Incluso estaba creciendo una no desdeñable industria textil en ciudades como Segovia y Cuenca. Y por si todo esto fuera poco, acababa de descubrir un prodigioso e inabarcable Nuevo Mundo. El futuro parecía ciertamente prometedor.

Pero desgraciadamente, Carlos dejó claro desde el primer momento que su  objetivo no era otro que mantener y acrecentar los laureles y el poder de  los Habsburgo, en interminable conflicto con los monarcas franceses. Para ello no iba a dudar en orillar los intereses de Castilla y utilizarla como fuente de ingresos y de tropas para alimentar las interminables guerras en las que se vería envuelto. En adelante, con los dineros y soldados castellanos se defenderían en Flandes y Alemania  los intereses de su dinastía y  en Italia y el Mediterráneo los de la Corona "catalano-aragonesa" . 

Consecuentemente, el descontento se extendió entre los castellanos y cristalizó en la rebelión de las Comunidades. Pese a sus éxitos iniciales, la traición de la alta nobleza, que terminó por ponerse del lado del emperador, propició que los Comuneros fueran derrotados en Villalar en 1.521. A partir de entonces, la aristocracia sería recompensada con importantes privilegios y suculentos cargos, pero perdió la capacidad de controlar al gobierno. Las instituciones castellanas se vieron privadas de competencias y sus  libertades de contenido. Nuestros antepasados quedaron reducidos a la triste condición de contribuyentes y reclutas, silenciosos e impotentes ante lo que se les avecinaba. Como escribió el gran historiador D. Claudio Sánchez Albornoz:
Los castellanos fueron sujetos por la realeza antes que ningún otro pueblo hispano, sin que en el duro trance del alzamiento de las Comunidades recibieran socorro ni aliento de quienes después hubieron de seguir la misma suerte.
A diferencia de lo que hicieron con Castilla,  los Austrias se andaron con pies de plomo en su relación con Cataluña y Vasconia. En aquella época eran territorios bastante menos ricos de lo que lo son hoy, con lo que la cantidad de recursos que podían extraer de allí era limitada. El mismo Carlos lo confesaba al explicar su negativa en cierta ocasión a viajar a Cataluña, jurar sus fueros, y de paso solicitar algunas contribuciones:
...las rentas y millones que podría cobrar a mis súbditos de Cataluña serían tan ínfimos que apenas podrían cubrir los costes del traslado de mi real persona para realizar dicho juramento.
Pero en cambio, la importancia estratégica tanto de Cataluña como de Vasconia era enorme. Su situación geográfica fronteriza les hacía  paso casi obligado para cualquier ejército francés o español que pretendiese atacar al país vecino. Convenía y mucho que estuvieran bien pobladas y sus habitantes lo más satisfechos posible con el rey. De no ser así, los incentivos para mostrarse pasivos ante el enemigo, o incluso cambiar directamente de bando podían ser grandes y de catastróficas consecuencias. Cosa que terminó comprobando muy por las malas el Conde-Duque de Olivares en 1.640. La situación, pues, favorecía sobremanera a catalanes y vascos. ¡Y vaya cómo la aprovecharon!

Se mostraron muy dispuestos a integrarse en el Imperio para todo aquello que supusiera ganancias y beneficios. Pero, escudándose en sus fueros, se resistieron con ferocidad inusitada a  contribuir en proporción a su población o su riqueza al mantenimiento del mismo. Y por supuesto todo lo que ellos dejaban de pechar, caía una y otra vez sobre los hombros cada vez más raquíticos  del pueblo castellano. Cedemos la palabra otra vez a D. Claudio Sánchez Albornoz:
Castilla no oprimió a las otras regiones. Insisto en señalar que la Corona de Castilla mantuvo casi sola la inmensa carga del Imperio español."¡Su aporte fiscal equilibró en el curso de las décadas las cifras a que montaron el oro y la plata americanos!". Invito a meditar sobre esta realidad para comprender y justipreciar la tremenda crisis castellana y para rechazar toda inculpación de responsabilidad a Castilla en la miseria española.

-Esta entrada continúa en Federalismo Asimétrico: ruina de Castilla bajo los Austrias II -