lunes, 13 de enero de 2014

La Leyenda Negra Catalana: Los Almogávares


Que caigas bajo espadas francas y en manos de catalanes
que te aten las manos con unas esposas y te estrujen el cuello con un garrote

La Maldición de la Abandonada. Balada Popular Griega


Dejábamos pendiente en una entrada anterior algún comentario más profundo sobre el imperialismo catalán. Al mismo tiempo que desde su nacionalismo se suele despreciar continuamente el pasado de Castilla calificándolo como expansionista y contrario al supuesto carácter dialogante y pacífico de Cataluña, se admiran y alaban las conquistas de  reyes y soldados catalanes en Italia y Grecia. Curioso doble rasero.  Hoy repasaremos  las campañas de los almogávares, mito romanticista evocado con frecuencia desde el catalanismo con notas tan laudatorias y rimbombantes como estas de Víctor Balaguer en su Historia de Cataluña:
Aquellos hombres que venían de hollar con planta indiferente los sitios donde un día se alzara Troya, héroes a su vez de una epopeya como la que inmortalizó Homero, iban a despertar con el rumor de sus pisadas y el acento de un lenguaje desconocido los ecos de las Termópilas, los huesos de cuyos defensores debieron estremecerse al sentir que por allí pasaban otros héroes.
Los almogávares  eran una tropa mercenaria compuesta principalmente por catalanes y aragoneses que, endurecidos en la guerra contra los sarracenos, fueron posteriormente utilizados  en Sicilia. Más tarde, y ante la situación de debilidad de Bizancio,  el emperador Andrónico II Paleólogo decidió contratar a estos mercenarios  para enfrentarles a sus enemigos turcos. Ya adelantamos que terminaría lamentando esta decisión.  El ejército almogávar  combatiría bajo las órdenes de Roger de Flor y estaría compuesto por unos 7.000 guerreros. La "Gran Compañía Catalana" llegó a Costantinopla en 1.303 y en seguida tuvo lugar la primera matanza. No de  turcos, sino de miembros de la colonia genovesa de la ciudad, a la que diezmaron en lo que se conoce como la "masacre de los genoveses".

Los Almogávares en el campo de batalla
(La epopeya de los almogávares vista desde Cataluña)

Tras aquella dudosa gesta, desembarcaron en Anatolia. Allí atacaron por sorpresa un campamento turco en Cizico. Invernaron en la zona (mientras la saqueaban) y posteriormente derrotaron nuevamente a los turcos  en Germe y Aulax. Ocuparon la ciudad bizantina de Magnesia (lo que como podemos imaginar no sentó nada bien en Costantinopla) y la convirtieron en su base.  Siguieron más victorias en Tira,  Ania y el monte Tauro, tras lo cual el emperador convenció a Roger de Flor para que retornaran a Europa. El nuevo objetivo era que ayudaran a mantener en el trono  búlgaro a un príncipe aliado suyo.

Pero la indisciplina y los estragos que iban causando los almogávares a su paso por Grecia les granjearon el odio de sus habitantes. Además, las victorias frente a los turcos, encaminadas sobre todo a la toma de botín, se habían saldado sin ningún avance territorial para los bizantinos. Todo ello terminó por convencer a Andrónico II de que la  Compañía, más que una ayuda, suponía una peligrosa amenaza para su país.  

En esta tesitura, el hijo del emperador ordenó el asesinato de Roger de Flor y algunos de sus hombres durante un banquete en Adrianápolis. Los mercenarios, sin embargo, consiguieron rehacerse y derrotar a los bizantinos en Apros. Desencadenaron entonces un terrible torbellino de destrucción  y crueldad que pasará a la historia como  "la venganza catalana". La debilidad del Imperio Bizantino le impide expulsarlos, por lo que se instalan en la península griega y toman el control de los ducados de Atenas y Neopatria, donde se mantendrán  hasta finales del siglo XIV.

Pasado el tiempo, la aventura de los almogávares en los Balcanes y Anatolia será recordada desde Cataluña de una manera tremendamente elogiosa por la historiografía nacionalista, que destacará el valor de la "Gran Compañía Catalana", el carácter intrépido de sus componentes, así como las muchas y meritorias victorias cosechadas ante turcos y bizantinos.  Aunque a veces en la alabanza se llegue a extremos tan surrealistas como estos versos del sacerdote catalanista Jaume Collell: 

Y penjant les ascones sanguinoses
l'endemá aquells valents, lleugers de peus,
ab les dones del Ática amoroses
ballaven la sardana als Propileus 
Algo así como:
Y colgando las lanzas sanguinolientas
al día siguiente, aquellos valientes, ligeros de pies
con las mujeres amorosas del Ática
bailaban la sardana en los Propileos

Pero naturalmente los pueblos de los Balcanes mantienen una visión muy diferente, y desde luego menos festiva de aquellos hechos. En lo que vendría a ser la otra cara de la moneda, cronistas bizantinos como Nicéforos Gregoras y Jorge Pachimeres remarcaron el salvajismo de aquellos guerreros que arrasaron Grecia en el siglo XIV. Y en la cultura popular de aquellas tierras quedaron sobradas muestras del resentimiento provocado por la crueldad de la horda mercenaria. 

En este sentido, la expresión "catalán" e "hijo de catalán" son equivalentes en Bulgaria a hombre malvado y torturador. Incluso uno de los más famosos escritores del país, Ivan Vazov, citó en el poema "Piratas" (1915) a los catalanes junto a los turcos como opresores históricos del país.

Para los albaneses, catalán es sinónimo de persona fea y malvada, y en su folklore el "Katallan" es una especie de hombre del saco, que se utiliza para meter miedo a los niños. El Katallan es representado como un herrero monstruoso que se alimenta de carne humana, sin rodillas, y con largas piernas.

El Katallan, personaje  del folklore albanés
(La epopeya de los almogávares vista por los balcánicos) 

En Grecia, por su parte, abundaron los refranes y dichos demostrativos del rencor hacia los catalanes. "Huir de los turcos para caer en los catalanes" sería el equivalente en ciertas regiones del castizo "salir de Málaga para meterse en Malagón". También eran habituales maldiciones del tipo  "¡Así te alcance la venganza de los catalanes!"

No todas las expresiones tenían que ver con la crueldad. También las había que hacían referencia al poco espíritu cristiano que se atribuía a los invasores, del tipo  "el catalán come carne hasta en viernes santo" o "ayuna como el catalán" en referencia a quien no ayuna.

Curiosamente, otras se burlaban de la supuesta suciedad de los catalanes, (ciertamente el ejército almogávar no debía destacar por su higiene): "el griego se lavaba y el catalán se enmerdaba". Había hasta cierta cancioncilla infantil sobre el tema:
Francos, varegos,
"pechos" catalán,
te lavas, te peinan,
y con mierda te rebozas

Y aunque podríamos añadir unas cuantas más, creemos que bastan estas citas para dejar bien claro que ni los almogávares eran los idílicos  guerreros que recrearon las crónicas catalanistas, ni los castellanos han sido los únicos españoles que protagonizaron violentas empresas conquistadoras allende los mares. 

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